Cerré mis ojos y comencé a soñar.
Soñaba con un día nuevo, un día donde todo parecía que era mágico, donde todo lo imposible podía ser posible y hacerse realidad. Las personas con las que me cruzaba tenían un “algo especial” en su sonrisa, en su mirada, en su caminar, en su trato, se podía sentir en lo más profundo del corazón su energía tan positiva y creadora.
Sabía que estaba ahí por el mismo motivo por el que los demás también estaban. Todos teníamos la misma misión, aunque cada uno la poníamos en práctica muy de acuerdo a nuestra peculiar forma de respirar la esencia de la vida, acorde a nuestros talentos, dones o habilidades, al final, es lo mismo.
Lo propiamente característico entre todos era la sonrisa, no se vislumbraban rostros serios, tristes, mal encarados, mucho menos sin ganas de vivir. Se respiraba todo lo contrario. La vida, el amor, la paz y la comprensión se hacían presente en cada milímetro de piel de cualquiera que tuviera vida.
Vida… todos disfrutábamos de ella y con ella podíamos crear, renovar, reparar, analizar, hacer las cosas nuevas si no habían funcionado del todo bien en la primera vez que fueron creadas. Siempre existe más de una oportunidad, lo importante es primero darnos esa “oportunidad más” nosotros mismos.
Amor… es el móvil de todos los que estamos aquí. Sin él nos sentiríamos vacíos, como si nada ni nadie tuviera sentido. Sabemos muy en nuestro interior que todo lo vivido es una experiencia de Amor, que tarde o temprano nos fusionaremos con Él para identificarnos con lo que siempre ha existido: el verdadero y auténtico Amor. Sin el Amor todo lo que hacemos pierde sentido, la pasión se destierra de nuestras acciones y por ende la magia, el milagro de la vida no pueden dar fruto.
Paz… sin ella no se podría caminar serenamente, sonriendo, emanando gran luz a través de nuestros pensamientos y acciones. Ella es tan necesaria que en otros mundos se pelea por ella sin darse cuenta que la Paz es un don divino, que yace en el interior de cada uno. Ahí está, siempre ha estado, no es necesaria la guerra, ni el poder, ni el dinero para poder obtenerla; ahora comprendemos que no es necesario la conquista, porque ella es inconquistable. Se da porque es fruto de las vidas tranquilas, de las consciencias sin cargas de culpa.
Comprensión… la cual está muy abrazada de la Sabiduría. Cuando se comprenda que sólo estamos viviendo una experiencia más, la que nos llevará a reconocer quiénes verdaderamente somos, ese día la Sabiduría surgirá dentro de nosotros para hacer que nuestra mente calle y por fin la semilla de divinidad que somos, se manifieste, dándonos el don de poder entenderlo todo… absolutamente todo.
La vida no es difícil, para nada, sólo es cuestión de soñar que todos éramos hermanos, así como en realidad una vez lo fuimos y no hemos dejado de serlo.
Nos complicamos la existencia porque es tan sencillo amar y dejarse amar que no nos lo permitimos por temor a descubrir a través del amor de los demás lo mucho que podemos hacer realidad nuestros sueños, nos da miedo la responsabilidad de crear, de construir, de abandonar el nido de la comodidad.
Sueña… por nada del mundo, ni por nadie dejes de hacerlo.
Soñar es la única oportunidad que tienes para poder convencerte de lo que verdaderamente eres capaz, para poder quitar las murallas destructivas y comenzar a plasmar en la realidad el gran sueño de tu misión de vida, de tu existencia, de tu razón de ser aquí y ahora, del propósito por el que estás transitando por este planeta.
Es el momento de abrir nuevamente tus ojos teniendo presente que muy pronto los volverás a cerrar, abriéndolos a la nueva vida, a tu vida de trascendencia, a darte cuenta que morir es vivir para siempre.
¿Estás dispuesta Hermosa Alma a vivir cada día tus sueños?
“Nada ocurre sin antes ser un sueño”… Carl Sandburg.
Por: Antonio Hernández Mascote.
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