martes, 12 de agosto de 2025

Cuando los padres se tienen que separar

—¿Papi, tú y mami se dejaron de querer?

La pregunta salió como un susurro, pero a él le sonó como un trueno.
¿Cómo explicarle a una niña que el amor no siempre muere, pero a veces ya no alcanza para sostener un hogar?

Respiró hondo, intentando que su voz no temblara.

—No, mi amor. Yo nunca dejaré de querer a tu mami, porque ella me regaló algo más grande que cualquier amor: me regaló tu vida.

—¿Entonces por qué no vives con nosotras?

Se quedó callado unos segundos. ¿Cómo le dices a un corazón tan pequeño que los adultos a veces tropiezan y no saben cómo levantarse juntos?

—Porque… hija, a veces el amor se confunde con el dolor, y uno no sabe cómo arreglar lo que está roto. Tu mamá y yo nos quisimos mucho, fuimos felices, pero cometimos errores. Y el tiempo, en lugar de ayudarnos, nos fue separando. No fue tu culpa, nunca lo olvides. Tú eres lo mejor que nos pasó.

La niña lo miró con esos ojos llenos de verdad que desarman a cualquiera.

—¿Todavía me quieres, papi?

Él sintió un nudo en la garganta.

—Te quiero más de lo que puedo decir. Te quiero tanto que me duele no verte despertar todos los días, no escucharte reír en la casa, no abrazarte cuando tienes pesadillas. Me duele perderme tus historias de la escuela, tus dibujos, tus secretos…

Ella, con la inocencia que solo tienen los niños, le acarició la mano.

—No llores, papi. Mami dice que aunque no vivas con nosotras, siempre serás mi papá.

Y él sonrió, con lágrimas corriendo como si el alma se le escapara.

—Eso jamás va a cambiar, mi niña. Puede que no sea el papá perfecto, pero siempre voy a estar aquí para ti. Aunque estemos lejos, mi corazón vive contigo.

La niña le dio un beso en la frente.
—Te quiero, papi.
—Y yo más, mi cielo. Hasta el infinito.

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