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jueves, 4 de septiembre de 2025

El papá que no abraza


Muchos se preguntan por qué hay padres que no saben demostrar cariño.

Por qué les cuesta decir "te quiero", por qué son duros, callados, distantes.

Y a veces la respuesta está en su pasado, no en su falta de amor.

Hay papás que crecieron sin abrazos.

Sin palabras dulces. Sin una mano que les acariciara el cabello cuando tenían miedo.

Aprendieron a ser fuertes a la fuerza. A callar cuando dolía.

A no llorar, porque les dijeron que llorar era cosa de débiles.

Y entonces crecen...

Y cuando tienen hijos, llevan esa misma mochila a cuestas.

No porque no amen, sino porque nadie les enseñó a amar con ternura.

Pero ahí están.

Se levantan temprano, trabajan duro, se quiebran la espalda para que no falte nada.

Su manera de amar es silenciosa, pero real.

Porque aunque no digan "te amo", lo demuestran en cada esfuerzo, en cada
sacrificio.

Eso no quiere decir que esté bien quedarse en la frialdad.

Todos podemos aprender. Todos merecen cariño, y también los hombres tienen derecho a sanar.

Pero a veces, para comprender a un padre, hay que mirar más allá de su silencio.

Quizás su distancia no es desamor... es herida no curada.

Y entender eso no lo justifica todo, pero sínos ayuda a ver con más compasión. A veces, el papá que no sabe abrazar... es el niño que nunca fue abrazado.

martes, 12 de agosto de 2025

Cuando los padres se tienen que separar

—¿Papi, tú y mami se dejaron de querer?

La pregunta salió como un susurro, pero a él le sonó como un trueno.
¿Cómo explicarle a una niña que el amor no siempre muere, pero a veces ya no alcanza para sostener un hogar?

Respiró hondo, intentando que su voz no temblara.

—No, mi amor. Yo nunca dejaré de querer a tu mami, porque ella me regaló algo más grande que cualquier amor: me regaló tu vida.

—¿Entonces por qué no vives con nosotras?

Se quedó callado unos segundos. ¿Cómo le dices a un corazón tan pequeño que los adultos a veces tropiezan y no saben cómo levantarse juntos?

—Porque… hija, a veces el amor se confunde con el dolor, y uno no sabe cómo arreglar lo que está roto. Tu mamá y yo nos quisimos mucho, fuimos felices, pero cometimos errores. Y el tiempo, en lugar de ayudarnos, nos fue separando. No fue tu culpa, nunca lo olvides. Tú eres lo mejor que nos pasó.

La niña lo miró con esos ojos llenos de verdad que desarman a cualquiera.

—¿Todavía me quieres, papi?

Él sintió un nudo en la garganta.

—Te quiero más de lo que puedo decir. Te quiero tanto que me duele no verte despertar todos los días, no escucharte reír en la casa, no abrazarte cuando tienes pesadillas. Me duele perderme tus historias de la escuela, tus dibujos, tus secretos…

Ella, con la inocencia que solo tienen los niños, le acarició la mano.

—No llores, papi. Mami dice que aunque no vivas con nosotras, siempre serás mi papá.

Y él sonrió, con lágrimas corriendo como si el alma se le escapara.

—Eso jamás va a cambiar, mi niña. Puede que no sea el papá perfecto, pero siempre voy a estar aquí para ti. Aunque estemos lejos, mi corazón vive contigo.

La niña le dio un beso en la frente.
—Te quiero, papi.
—Y yo más, mi cielo. Hasta el infinito.

jueves, 3 de junio de 2021

El HIJO QUE CUESTA MÁS

Cuando eres mamá de más de un hijo, hay uno que cuesta más.

Es el que te contesta, el que te reta, el que te “prende”, el que hace que leas todos los libros de ayuda, porque el que tomas sesiones de terapia, por el que escuchas podcasts, videos, audios. 

Ese es el hijo que cuesta más. Y cuesta más porque es el que se parece más a nosotros, es el que proyecta aquello que aún no hemos visto en nosotros mismos, es el que nos recuerda lo que somos, es el que nos refleja que aún no somos la mejor versión de nosotros.
Este hijo necesita más amor y más atención de la que te imaginas, es el que necesita más control aunque te ruegue con su actitud que necesita estar solo, es el que necesita una mamá presente porque aún no puede autocontrolarse.




Así es que aunque a veces sientas que no puedes con él, abrázalo fuerte, verás que no se moverá.
Aunque sientas que quieres explotar ante algo que te diga, voltea y dile, “te amo como eres”, y notarás que su semblante se relaja.

Aunque quieras gritarle que por ahí no, que ese no es el camino, para y mejor toma su mano y guíalo hacia donde tu creas más conveniente.

Aunque quieras perder la paciencia, no lo hagas porque cada acto de rebeldía es un grito desesperado de tu hijo para que lo voltees a ver, enséñale que no tiene que hacerlo de esa forma, que basta con que te diga que necesita, dile siempre “aquí estoy”, “aquí sigo”, “te escucho”, “dime que necesitas”, “aquí estoy siempre”.

Y aunque no sepas cómo, da por hecho que todo saldrá bien, porque lo único que tú hijo necesita es tu presencia, tu tiempo y tu mirada.

Ese hijo que cuesta más, es el menos fuerte y el que te necesita más, es el que no sabe por dónde, es el que te escogió como mamá porque sabía desde antes de nacer, que tú podrías guiar sus pasos siempre.

👩‍👧‍👦