Mira cómo se despierta: no con alarma, no con estrés… se estira lento, profundo, como si dijera: “Mi cuerpo, mi templo”. Luego busca el rayo de sol más caliente, se acurruca y respira tranquilo. No corre hacia nada… sabe que el mundo puede esperar.
Y cuando decide moverse, lo hace con propósito: camina seguro, mira con confianza, y si necesita cariño, lo pide sin vergüenza. ¡Ronronea hasta que lo consigas!
Hoy, quiero ser como él. Así que me estiro como gato guerrero, busco mi luz del sol, respiro hondo… y decidido: hoy será un buen día. No voy a correr sin sentido. Voy a moverme con intención. A pedir lo que necesito. A ronronear, aunque sea en silencio, por las cosas que amo.
Porque si un gato puede empezar así… tú también puedes. Levántate. Arquea la espalda. Y di: “Este día… es mío”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario